COPILOTO PILATO

Las mejores bandas de rock estarían entre las que han propuesto y legado su idiocronía y su idiotopía. Y no a sabiendas de que en algún futuro (hoy o mañana), alguien (vos, yo) sabrá que hay ahí un tiempo propio, y un espacio propio, en esa música y esas palabras, adonde une puede irse a olvidar de la historia que le toque. Copiloto Pilato invita (en un presente atemporal) a volar en su idiocronía y su idiotopía. A su mundo fuera del mundo. Cuando sea. Estamos a comienzos de 2024, si no me equivoco. Y este álbum de C. P. vio la luz a fines de 1992, creo. Pasaron como 32 años, sin embargo… La boutade semántica del nombre del grupo, que lideraba Adrián Cayetano Paoletti desde 1988, siempre superó la homofonía de los significantes: la idea de que volar con un traidor al lado -que no se hará responsable de lo que te suceda sea malo o bueno- al final no es peor que no saber adónde está el piloto. El nombre te recuerda lo difícil que es volar, después de todo. Te pueden llevar adonde no querés ir, incluso. Pero vas a ver que está bueno. Lo que está claro es que existe otro lugar y hay otro tiempo, por más que une esté intentando hacer todo bien, buscando dirección, y por eso se la pase dando vueltas, y va, va, va…  Por empezar, une vive en síncopa con el presente que le tocó: “Llegando tarde a todas partes/ llegando temprano donde no espera nadie”. Nunca estamos a tono, nunca a tiempo, nunca sincronizamos, rimamos, resonamos, hacemos dasein como se debe. Podríamos hablar de esa torpeza que logra convertirnos en “misfits”: somos los inadaptados de siempre. De eso la fue el rock, por eso nos identificamos tanto tantos. No la pegás nunca. Y eso que jurás: “Prometo ser bueno/ Tratar de hacer todo bien”. Pero no, no das en la tecla. La solución es traicionar el espacio y el tiempo al que te llevan. Saltar. Salir de la historia en que estás. Tu tiempo deja de ser hoy; tu lugar, este que hay.

Pilato como copilato tuvo esa misión. Y hoy a casi 32 años de no saber que la cumplía, podemos saber que lo hizo.